Sábado, 13 de julio.
Son las dos y cuarto de la madrugada y no puedo dormir. Doy vueltas
en la cama, de un lado para el otro, intentando conciliar el sueño
pero me es imposible. Respiro profundamente, me quedo tumbada
boca-arriba mirando el techo. Suspiro. Resoplo. Inspiro. Expiro. Hace
calor. Llevo mi pijama de verano con unos shorts y una camiseta de
tirantes, y la ventana de mi habitación está completamente abierta
pero aun así hace calor. Es como si estuviera nerviosa... O me
duermo de una maldita vez o mañana tendré unas ojeras
impresionantes. Vamos a volver a intentarlo... Respiro y dejo la
mente en blanco.
Pip, pip. Pip, pip. Ocho y cuarto de la mañana. Ese maldito
despertador está sonando y los pitidos retumban en mi cabeza. Me
levanto, lo apago y me quedo sentada en la cama. Suspiro porque sé
que no puedo volver a acostarme y continuar durmiendo puesto que sino
acabaría perdiendo el tren. Enciendo la radio, cierro un poco la
ventana y subo el volumen a tope. Suena Die Young
de Ke$ha. Me levanto y me dirijo a mi armario a buscar unos
shorts tejanos, una camiseta blanca de tirantes con el símbolo de
infinito pintado en negro, y mis Victorias blancas. Me voy a la
ducha.
Salgo de allí quince minutos más tarde, ya vestida y con una
toalla en la cabeza que envuelve mi cabello rubio. Voy a la cocina y
desayuno un bol de leche con cereales de chocolate. Una vez
terminado, miro la hora. Nueve menos cuarto. ¡Mierda! ¡Voy a llegar
tarde! Corro al baño, me seco un poco el pelo, lo cepillo y cuando
creo que está más o menos presentable, vuelvo a mi habitación a
coger la maleta y mi bolso con la cartera, el móvil y las llaves, y
salgo de casa con prisa, tropezándome de vez en cuando con mis
propios pies.
Llego a la estación de Martorell justo cuando escucho el anuncio de
mi tren. Paso el billete lo más rápido posible y voy directa a
bajar las escaleras con la maleta a cuestas. Llego al andén cuando
las puertas del tren se abren y, sin pensármelo dos veces, entro.
Las puertas se cierran segundos más tarde y yo respiro aliviada.
–Buenos
días. –Me
saluda Leila con una sonrisa en la cara. Su melena pelirroja está
recogida en un moño algo despeinado y sus ojos azules brillan a
través de los cristales de sus gafas de pasta. –Esperemos
que Abigail no se retrase mucho. –Dice
mirando el reloj. Viste con un mono tejano corto, una camiseta de
manga corta blanca y sandalias del mismo color.
–No
creo, ella es la que siempre llega puntual. –Contesto
pasándome la mano por el pelo, alborotándolo. –¿Has
comprado ya tu billete? –Asiente
con la cabeza. –Entonces
espérame aquí y vigílame la maleta que voy a comprar el mío.
–Dejo
allí las cosas y cuando estoy de camino a una de las taquillas de la
estación de Sants, me cruzo con Abigail.
–¡Hola!
–Me
saluda entusiasmada. Sus ojos oscuros brillan, emocionados por el
viaje. Su pelo liso cae de una forma natural sobre sus hombros. –¿Ya
habéis llegado? Pensé que sería la primera. –No
puedo evitar fijarme en como sus labios, siempre pintados de rojo, se
curvan para formar una sonrisa.
–Buenos
días. Mi tren acaba de llegar y el de Leila llegó antes que el mío.
Ahora voy a comprar el billete, ¿vienes? –Asiente
y me acompaña. Su forma de caminar es especial. Sus piernas delgadas
y largas se mueven de una manera muy ágil y hacen que la falda corta
que lleva se mueva a cada paso que da.
Una vez tenemos los billetes, volvemos con la pelirroja que está
mirando el móvil. Se saludan con un par de besos en la mejilla, cada
una coge su maleta y vamos a buscar nuestro andén. Hemos llegado con
tiempo así que hemos de esperar un cuarto de hora antes de que
llegue nuestro tren dirección Tarragona.
Cierro el libro cuando escucho que la próxima parada es la nuestra.
Altafulla. Todas nos levantamos de nuestros asientos y cada una coge
su maleta. Para cuando estamos las tres listas, llegamos a la
estación. Abrimos la puerta y bajamos del tren.
–¡Buenos
días! –Nos
saluda Sabela que nos espera a la salida de la estación. –¿Cómo
ha ido el viaje?
–Hola,
Sab. Bastante bien. –Contesto
y le doy dos besos.
Lo mismo hacen Leila y Abigail, y después nos dirigimos al coche de
nuestra amiga. Un Opel Corsa plateado de segunda mano. Durante el
trayecto hasta su casa, cierro los ojos e intento descansar un poco
ya que anoche me costó dormirme. Imposible. El viaje es demasiado
corto y para cuando vuelvo a abrirlos, ya hemos llegado.
La habitación es grande. Paredes blancas, cortinas color beige,
ventanas completamente abiertas. Tres camas individuales colocadas
juntas con sábanas azules. Abigail deja su maleta junto a la primera
cama y se tumba.
–¿Qué
te piensas que haces? –Pregunta
Leila. La morena la mira desconcertada. –¡Pongámonos
los bikinis y vayamos a la playa!
Blanco con topos rojos, Leila. Azul con rallas verdes, Abigail.
Negro y blanco, el mío. Sabela prefiere quedarse un rato en casa,
así que salimos sin ella. La playa está a unos diez minutos
caminando, así que llegamos enseguida. Son solo las doce del
mediodía pero hay bastante gente. Muchas toallas en la arena, padres
tumbados y niños jugando. Dejamos nuestras toallas y vamos directas
al agua. Hace mucha calor, así que lo único que queremos en ese
momento es refrescarnos con agua fría.
–¡Declaro
oficialmente el comienzo de estas vacaciones de verano! –Grita
Abigail. Sonrío y me la quedo mirando. –¡No
me mires así, Rebecca! –Me
dice. –¡Va
a ser genial!
–Claro
que sí. –Contesto,
la agarro de los hombros y la sumerjo en el agua. Cuando vuelve a
salir, me mira con mala cara y empieza a echarme agua. Leila, que
hasta entonces no había hecho nada, se le une y ambas van contra mí.
Yo retrocedo pero ellas continúan, hasta que choco con alguien.
Resbalo con su pie y caigo al agua. Noto como un brazo me saca a la
superficie. Respiro profundamente, ya que no me había dado tiempo a
coger aire, y me aparto el pelo de la cara. Analizo la situación y
no puedo evitar sonrojarme.
–Lo
siento. –Digo.
El chico con el que había chocado sonríe y me suelta el brazo. Es
alto, delgado, pelo oscuro, ojos castaños y con muchos tatuajes.
–No
importa. ¿Estás bien? –Me
pregunta en inglés. Asiento con la cabeza, incapaz de hablar. Que
guapo es, pienso. ¡Qué
vergüenza!
–¡Qué
torpe eres, nena! –Me
grita Leila. Me empiezo a alejar junto a mis amigas, aunque me giro
una vez para volver a mirar al chico. Él aún mira en mi dirección
y vuelve a sonreír cuando nuestras miradas se cruzan. –Era
mono.
–Mucho. –Comento.
Ambas se giran y me salpican agua, riéndose.
Después de estar un rato nadando, decido salir y quedarme en la
toalla. Me pongo las gafas de sol y me tumbo boca-arriba. Siento el
calor del sol por todo el cuerpo y como este va evaporando las gotas
de agua. Temo por mi pelo, es muy rebelde y quizá se bufe. Espero
que no pase y vuelva a quedarse ondulado, como ha de ser.
–¡Rebecca! –Escucho.
Abro los ojos y me encuentro con Abigail. –Vamos
a jugar a voley, ¿vienes? –Me
siento y asiento con la cabeza. Leila vuelve a recogerse el pelo en
un moño y me tira del brazo para que me levante. La pelirroja es una
chica que siempre tiene ganas de todo, no tiene paciencia, todo ha de
pasar enseguida.
–Pero hemos pensado que
solo tres quizá sea algo aburrido. –Comenta
Leila.
–¡No tenemos pelota!
¿Cómo pensáis jugar? –Pregunto
tras darme cuenta de que solo trajimos las toallas y el protector
solar. Ambas sonríen pícaramente. Sé que algo se traen entre
manos. –¿Qué?
–El chico mono de antes
está jugando a voley con dos amigos suyos. –Abigail
me gira y me lo señala. –¿Por
qué no te acercas y les preguntas si podemos jugar?
–¿Y por qué no vais
vosotras que sois la que habéis tenido la idea? –Pregunto
incrédula.
–Nosotras no nos hemos
chocado con él.
–¿Y?
–¿Y? ¡Que vayas y
punto! –Leila me empuja
pero a penas me muevo. –Es
ahora o nunca, nena. Si no vas, quizá no vuelvas a verle. Sabemos
que te ha gustado.
–Va, no te lo pienses
más y ve. –Añade la
morena, mirándome.
Resoplo. No me queda más remedio que acercarme a ellos y
preguntárselo. Me da vergüenza, siempre me pasa lo mismo. Veo a los
tres jóvenes jugar. El chico con el que me he chocado lleva un
bañador blanco con líneas rojas y negras. Sus dos amigos, uno de
pelo rizado con bañador azul marino, y otro rubio con bañador verde
y azul.
Mis amigas me siguen a bastante distancia. Esperan a que pase a la
acción. Suspiro y me acerco finalmente. El chico moreno, que me ha
visto, coge la pelota y me mira.
–Hola. –Sonrío.
Me toco el pelo; es algo involuntario, lo hago siempre que me pongo
nerviosa. El chico me mira con atención. Se muerde el labio
inferior. –Mis amigas y
yo queríamos jugar a voley y me preguntaba si podíamos jugar los
seis. –Las señalo y el
chico de cabello rizado las mira. Después sonríe y le da un golpe
al rubio.
–Claro.
–Contesta.
Sonríe y se acerca para darme dos besos. –Soy
Zayn, ¿y tú? –Arg,
huele muy bien y tiene una voz muy sexy,
pienso.
–Rebecca. Mis amigas
son Leila y Abigail. –Las
mira y las saluda con la mano. Se acercan y les presento a Zayn y a
sus dos amigos, Harry y Niall.
–¿Qué tenéis pensado
hacer esta tarde? –Pregunta
Niall una vez hemos recogido todas las toallas y estamos a punto de
despedirnos. Las tres nos miramos sin saber qué contestar.
–No tenemos planes.
–Dice Leila,
encogiéndose de hombros.
–¿Os apetece ir a
tomar algo? ¿Un helado quizá?
–Claro. –Sonrío.
–Podemos quedar aquí
mismo, en el arco del paseo. –Miro
a Zayn.
–¿A las seis?
–Pregunta él, mirándome
a mí también. Asiento con la cabeza.
–Id vosotras dos. Yo me
quedaré con Sabela en casa. –Opina
Abigail. –Me apetece
dormir un rato.
Tras dejar el tema zanjado,
volvemos a casa. Sabela nos está esperando para hacer la comida. Son
las dos y media y me estoy muriendo de hambre. No he comido nada
desde las ocho de la mañana, así que mi estómago lo necesita.
Preparamos una ensalada de pasta y algunas patatas bravas. Después
de comer, Leila y yo nos duchamos y nos arreglamos para a las seis
estar preparadas. Me puse un vestido veraniego blanco con unas
sandalias del mismo color. Me recogí el pelo en una coleta alta y me
puse un poco de rímel. Leila optó por ir como esta mañana pero eso
le favorecía así que no me opuse.
Temía que nos dejaran plantadas.
Parecían buenos chicos pero nunca se sabe. Además, tampoco estoy
segura de qué quieren. Nos acabamos de conocer, son chicos y es
verano, están de vacaciones, es obvio que lo que quieren es
pasárselo bien.
Aunque supongo que nosotras también queremos pasarlo bien.
Cuando llegamos, Niall, vestido con unos tejanos y una camiseta
blanca, y Zayn, con tejanos oscuros, camisa de cuadros y peinado con
un tupé; ya estaban esperándonos. El chico de cabello rizado había
decidido quedarse en casa.
–Pensábamos que no
ibais a aparecer. –Comenta
Zayn, acercándose a mí.
–¡Si invitáis a
helado, como queréis que no vengamos! –Dice
Leila, sonriendo.
–¡Vamos, entonces!
–Contesta Niall,
echándose a reír y agarrando a mi amiga del brazo. Zayn y yo los
seguimos detrás.
La tarde se pasó volando. Fuimos a una heladería que estaba cerca
de donde habíamos quedado. Mi amiga y Niall pidieron un helado de
chocolate y vainilla cada uno, Zayn uno de nata y yo un granizado de
fresa. Leila estuvo hablando toda la tarde, no callaba, parecía que
había tomado lengua para comer. Lo mejor es que el chico
rubio le seguía el rollo y se reía de ella cada vez que acababa una
frase con 'nena'. Yo sentía de vez en cuando la mirada de Zayn sobre
mí pero tampoco me quejé. Hacía me ruborizaba pero me gustaba que
me mirase; al menos quizá le parecía atractiva a alguien. Creo. Lo
peor, en cambio, fue cuando, caminando por el paseo marítimo, la
pelota de unos niños que jugaban por allí cerca fue a parar a mis
pies, la pise y caí de culo. ¡Me hice mucho daño! Y Zayn comenzó
a reír, Leila le siguió y Niall tampoco se cortó. Después el
chico ayudó a levantarme y me preguntó si estaba bien, pero
continuaba sonriendo. “¡Qué torpe eres, nena!” Había vuelto a
decirme la pelirroja.
Sobre las nueve, nos despedimos de ellos. Sé que Leila había
conseguido el número de teléfono de los dos, pero no me dijo nada.
Cuando llegamos a casa, Sabela se nos echó encima.
–¿Dónde estabais?
–Nos preguntó
emocionada. –¿A que no
sabéis qué? Como soy muy buena amiga y tengo contactos, ¡he
conseguido entradas gratis para una discoteca que hay cerca de aquí!
–Hablaba muy rápido y
gritaba, a penas se la entendía. –¡Fiesta!
¡Esta noche fiesta! –Se
puso a bailar como una loca. Yo puse los ojos en blanco, fui al
comedor y me dejé caer en el sofá. –Vamos
a cenar y arreglarnos. ¡Esta noche ligamos!
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Capítulo basado en: Live while we're young de One Direction
Otras canciones mencionadas: Die young de Ke$ha
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Muchas gracias por haber leído el capítulo y espero que os haya gustado.
¿Me decís qué os ha parecido en un comentario? Lo agradecería muchísimo.
¡Nos leemos! Un beso, Yaiza.
¿Me decís qué os ha parecido en un comentario? Lo agradecería muchísimo.
¡Nos leemos! Un beso, Yaiza.
Mmm me gustas ;) estaré atenta, la verdad pinta bastante bien y me gusta como te expresas!
ResponderEliminarUn beso, me paso ♥
http://believebreathedream.blogspot.com.es/
Pd: Aprende a bailar bajo la lluvia Donde el infinito toca el suelo
Me gusta, estaba esperando leer algun fic sobre Zayn y creo que lo encontre (: espero el capitulo 2 ;)
ResponderEliminarjajajaj está muy buen, nena. Menudo golpe de suerte :D
ResponderEliminartia sempre poses uns noms tope raros als protas jajajaj m'agrada!
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